EL VIAJE DE MARTA
La vida a veces te da alegrías como la que he recibido estos
días. Mi hija y su compañero han venido
a vernos. No tendría nada de particular,
que unos hijos visiten a sus padres, a
menos que esos hijos vivan a 2000 km. Además han venido cargados de regalos, lo
cual suma alegrías y momentos agradables a la situación. Hablar cara a cara con
ella, nos reconforta, nos sentimos pletóricos y casi nos peleamos por
agradarle, buscar distracciones, agasajarla, todo nos parece poco, hasta llegar
a abrumarla un poco a veces. Pero las visitas son breves y parece que queramos
exprimir hasta el último segundo que están aquí, porque son pocos días y otra
vez partirá hacia otras tierras donde tiene su casa y su vida, una familia y un
trabajo. Entonces llega la soledad y la
añoranza para nosotros, nos arrejuntamos en el sofá y comentamos el silencio
que vuelve a haber en casa, lo grande que es su ausencia, y empezamos a contar
los días que faltan para que podamos ir nosotros a verla. Eso nos ilusiona de
nuevo. Iniciamos el plan de ahorro que
nos permita comprar los billetes, pensamos
que cosas podemos llevarle, elegimos fechas… y lo más difícil, decidir cuantos días podemos estar allí, en
eso nunca estamos de acuerdo Juan y yo,