domingo, 23 de diciembre de 2012


EL VIAJE DE MARTA

La vida a veces te da alegrías como la que he recibido estos días. Mi hija y su  compañero han venido a vernos.  No tendría nada de particular, que unos hijos visiten  a sus padres, a menos que esos hijos vivan a 2000 km. Además han venido cargados de regalos, lo cual suma alegrías y momentos agradables a la situación. Hablar cara a cara con ella, nos reconforta, nos sentimos pletóricos y casi nos peleamos por agradarle, buscar distracciones,  agasajarla, todo nos parece poco, hasta llegar a abrumarla un poco a veces. Pero las visitas son breves y parece que queramos exprimir hasta el último segundo que están aquí, porque son pocos días y otra vez partirá hacia otras tierras donde tiene su casa y su vida, una familia y un trabajo.  Entonces llega la soledad y la añoranza para nosotros, nos arrejuntamos en el sofá y comentamos el silencio que vuelve a haber en casa, lo grande que es su ausencia, y empezamos a contar los días que faltan para que podamos ir nosotros a verla. Eso nos ilusiona de nuevo.  Iniciamos el plan de ahorro que nos permita comprar los billetes,  pensamos que cosas podemos llevarle, elegimos fechas… y  lo más difícil,  decidir cuantos días podemos estar allí, en eso nunca estamos de acuerdo Juan y yo,